Cuentan que algunas noches mágicas castellanas
cuando un pino es iluminado por la luz cenicienta de la Luna
sus piñas se transforman en pequeños planetas que precipitan al suelo
y, una vez que llegan a éste, vuelven a su forma original.
Al día siguiente la gente sólo ve las piñas en el suelo
ignorantes de la mágica transformación que tuvo lugar.
Algunos somos afortunados de estar allí en el momento justo
para capturar en nuestros manos un pequeño Venus.
Hay diferentes árboles del cielo por todo el planeta.
Aquí se produce en los pinos, en Inglaterra en los manzanos.
Y cuentan que si presencias la caida de un planeta-manzana
tu espíritu se sincroniza con el movimiento de los cuerpos celestes.
Foto tomada al atardecer del 3 de octubre de 2016 desde cerca de Valladolid del encuentro entre Venus y la Luna, y que me ha inspirado esta pequeña fábula.